Sabido es que, el paraíso no se construye únicamente con la expedición de nuevas, mejores leyes, pues éstas siempre serán perfectibles y las instituciones jurídicas, necesariamente. deberán encarnar en detentadores personales, temporales del poder, propensos en todo tiempo a perder la perspectiva de la realidad y/o a abandonarse a sus preferencias, apetitos y proyectos personales o de grupo, poniendo en un 2º plano al Estado de Derecho, garante más allá de las personas, de que todos los derechos humanos sean para todos.